Ramón Perdomo |
San Pedro de Macorís. (Atanay.Com).-Para la gran mayoría de los historiadores, los hechos más relevantes en contra de las tropas interventoras estadounidenses de 1916-1924 en San Pedro de Macorís, fueron el ataque a tiros a un oficial de esas tropas en el puerto local, de manos del luchador antiimperialista Gregorio Urbano Gilbert, así como la formación de grupos de resistencia a los que calificaron “Gavilleros”. Pues no, otro hecho de importancia lo protagonizó en contra de esa fuerza interventora un miembro de la clase alta de esta ciudad. Siendo un hecho sin precedente en otro pueblo del país. Vamos a ver.
El pasado 10 de noviembre del presente 2011, se cumplieron 90 años de uno de los actos de patriotismo más significantes en tiempos de la ocupación norteamericana 1916-1924, y ese hecho, en el que se repudió valientemente las tropas invasoras tuvo su origen en San Pedro de Macorís, el 10 de noviembre de 1921, en el que terminó golpeado un oficial de los marines estadounidenses junto a varios ciudadanos de esta localidad.
Pues es de poco conocido, que el distinguido munícipe industrial Santiago A. Ricart Lamarche (Don Bebé), siendo uno de los más prominentes hombres de negocio y quien dejó a sus familiares una de las industrias de pastas alimenticias más importante del país, enfrentó con patriotismo un atropello del que fue objeto por una tropa de la armada americana, cuando éste siendo del cuerpo de oficiales de los bomberos locales, al momento de sofocar un incendio fue ultrajado por un coronel de apellido Harrlle.
Relatan algunos, incluyendo Doña América Bermúdez en su Manual de Historia de San Pedro de Macorís, que en la madrugada del 10 de noviembre de 1921 (ella dice solo 1922, pág. 54), se produjo un incendio en una casa próximo a una gasolinera ubicada en la general Cabral, entre la 27 de Febrero y la hoy Avenida Independencia, frente al parque Duarte próximo al negocio conocido como El Piano.
Los bomberos comandados por el reconocido industrial y comerciante Santiago A. Ricart Lamarche, quien ostentaba el cargo de subjefe, se presentaron a sofocar el fuego, y en medio de la jornada se apareció un oficial de las tropas interventoras apellidado Harrlle interrumpiendo la labor de los miembros de la brigada bomberil, provocándose un enfrentamiento entre el señor Ricart Lamarche y el susodicho oficial interventor, de quien se dice que estaba borracho.
Sin dejarse amedrentar Ricart Lamarche, pese al atropello físico, ordenó a los bomberos presentes continuar con la labor de sofocamiento del incendio lo que pudo lograr, y ya de regreso al Cuartel de la institución de servicio ubicado en la calle Duarte donde hoy se encuentra aún, hasta allí fue el oficial con sus subalternos con el fin de seguir ultrajando al destacado hombre de negocio y munícipe benemérito: “…al regresar al Parque de Bomberos, de nuevo se encontraron con el Sargento Hoppe (en las actas de la sala capitular de la época dice Coronel William C. Harrlle, paréntesis R.P.), quien presentaba todos los signos y síntomas de una embriaguez alcohólica, golpeando a un grupo de bomberos, lo que provocó la indignación del pueblo, que acudió en defensa de estos…”; así describe en su libro doña América Bermúdez parte de este incidente que culminó en una respuesta de tipo patriótica por parte del señor Ricart Lamarche.
Según el acta levantada ese mismo día (lunes) en horas de la tarde (5:40) en la Sala Capitular de la Sultana del Este, de la que era presidente don Santiago (Bebé) Ricart, como se le conocía popularmente, éste no estuvo presente, porque envió una comunicación en la que expresaba su repudio e indignación a la actitud de las tropas invasoras, presentando su renuncia irrevocable ante ese organismo municipal, lo que inició una cadena de manifestaciones y actos en contra de las tropas interventoras.
En medio de algunas discusiones entre los ediles presentes en esa sesión; don José Armenteros, quien pasó a presidir el organismo, propuso formar una comisión para hablar con el señor Ricart Lamarche, con el fin de que desistiera de la renuncia, a lo que el regidor M. V. Feliú se opuso, ya que el ofendido fue el presidente de la Sala Capitular, por lo que en medio de los debates el síndico de turno don Jaime Vidal propuso se formara una comisión pero, para visitar la Secretaria de Estado de lo Interior y Policía y expresar el repudio a dicho ultraje y solicitar también una excusa pública del coronel de marra que protagonizó el hecho, propuesta que fue acogida por los regidores y así aprobada.
Para el 21 de noviembre del mismo 1921, el primer Jefe del Cuerpo de Bomberos señor Rolando Martínez informaba ante la Sala Capitular, que la oficialidad de esa institución, “reunida el 11 del mes corriente, resolvió a unanimidad de votos hacer pasivamente suyo el ultraje recibido por uno de sus miembros beneméritos” y disolver esa institución, por lo que solicitaba a los regidores se formara una comisión para que recibieran los muebles e inmuebles de la misma, esto en respaldo a la posición asumida por el señor Santiago Ricart, a consecuencia del atropello de que fue objeto por parte de la patrulla militar estadounidense.
Por lo que San Pedro de Macorís, a partir de ese momento quedaba sin Cuerpo de Bomberos, esta actitud de los hombres del hacha y la manguera, dio ribetes de solidaridad colectiva, aunque previamente en el incidente con los marines en el Cuartel de la institución dice doña América: “lo que provocó indignación en el pueblo, que acudió en defensa de estos(los bomberos, nota R.P.); resultando varios heridos y siendo rudamente golpeado y apresado el joven Federico Olmo (Nene), quien tuvo la osadía de abofetear al estúpido sargento”, (pág. 55).
Al hacerse la comunicación al Secretario de Interior y Policía por parte del ayuntamiento, éste respondió solicitando mayores detalles del hecho, en lo que fue complacido y se hizo una nueva comunicación dando los detalles del atropello; fue cuando la Sala Capitular de Puerto Plata, envió una carta resolución dando respaldo a la actitud asumida por el distinguido munícipe; en esos días las relaciones entre la Gobernación y el ayuntamiento entraron también en un distanciamiento, mientras que la tercera ciudad de importancia continuaba sin un Cuerpo de Bomberos, pese a las presiones e intimidaciones que hacían los militares interventores para restituir dicha institución, llegando a plantear inclusive que la labor de bomberos las realizaran agentes de la Policía Municipal y luego a los de la Policía Nacional Dominicana, propuestas que no dieron resultados.
A partir de ese acto de brutalidad e irrespeto a un honorable munícipe de San Pedro de Macorís, por parte de las tropas interventoras, al parecer se desató una gran discordia en la ciudad, porque ya para las próximas sesiones, el señor José Armenteros no aparecía en las actas como presidente en funciones de la Sala Capitular, y aunque no se tienen detalles de las razones, sí se sabe que fue en ese período que este “renunció irrevocablemente”, sabiéndose más tarde también la renuncia del Síndico Jaime Vidal, de quien tampoco se supo las razones, pero la situación era confusa en el ayuntamiento, para los primeros meses de 1922.
Pasaron los días, y ni la alta oficialidad militar estadounidense, ni el Secretaria de Interior y Policía daban una respuesta satisfactoria no solo al señor Santiago A. Ricart L., sino al pueblo de San Pedro de Macorís que le dio el respaldo y según relata doña América en su Manual de Historia de San Pedro de Macorís, la indignación fue tan firme y responsable, que el Cuerpo de Bomberos Civiles no fue agrupado jamás hasta días después del retiro de las tropas americanas de la patria de Duarte en el año 1924. Dándose en esta ciudad, La Sultana del Este, una muestra más de patriotismo frente al ejército invasor de la hoy mayor potencia del mundo.
ramonperdomo83@hotmail.com
LA PREPOTENCIA NORTEAMERICANA HA SIDO SIEMPRE LA CARACTERISTICA DE ESA NACION DESDE SU INDEPENDENCIA HASTA EL DIA DE HOY
ResponderEliminar. LOS DOMINICANOS LA CONOCEN MUY BIEN, ASI LOS BOSNIOS, AFGANOS, IRANIES Y TODA NACION DEL MUNDO.
CRESE EL PODERIO CHINO Y MUCHOS NOS ALEGRAMOS DE QUE ALGUIEN LES HAGA UN CONTRAPESO.