miércoles, 20 de abril de 2022

La Valerosa Resistencia de los Constitucionalistas el 15 y 16 de Junio de 1965, Cayetano Rodríguez del Prado


Recuerdos de la Legión Olvidada (2008)


San Pedro de Macoris,- Dedicado a los intrépidos combatientes que enfrentaron valientemente la embestida yanqui-wessinista entre ellos a Manuel Ramón Montes Arache, Héctor Lachapelle, Andre Riviere, Herminio Sosa, Eliseo Andújar, Gaby Castillo, Federico Orsini (Fico) y otros.  


   

     Después de haber sido aplastada la resistencia de los valerosos combatientes que permanecieron cercados en la parte norte de la Capital por las tropas norteamericanas y wessinistas, en lo que llamaron “operación limpieza”, se lanzaron a perseguir a jóvenes y a hombres de mediana edad y a asesinarlos en presencia de sus familiares, todo ello en una acción vergonzosa que solo puede definirse como crimen de guerra.

    Más adelante el gobierno del Partido Demócrata norteamericano de Lyndon B. Johnson, en un esfuerzo por darle a su agresión contra la República Dominicana el carácter de acción “multilateral”, se hicieron acompañar de tropas de Brasil, Paraguay, Bolivia, Costa Rica, Honduras y Nicaragua. Los gobiernos de estas naciones les dieron la espalda a sus propios pueblos y se prestaron a traicionar y agredir a una nación hermana latinoamericana que no buscaba otra cosa que no fuera el retorno a un régimen libre y democrático que el pueblo dominicano se había dado en elecciones limpias en las que resultó electo el profesor Juan Bosch.

    Mientras pasaban los días con una situación relativamente estable, súbitamente el día 15 de junio de 1965 las fuerzas yanquis, acompañadas de las tropas títeres de los países latinoamericanos que se prestaron a la agresión, seguidas de los militares de Wessin, lanzaron un importante ataque contra todo el perímetro de la Zona Constitucionalista, que perseguía el aplastamiento rápido de la valerosa resistencia que los Comandos constitucionalistas hacían en la parte Sur de Santo Domingo. 

    Ese día un franco tirador yanqui asesinó, selectivamente, a André Riviere un antiguo militar francés que se unió con cuerpo y alma a las fuerzas patrióticas dominicanas y que terminó muriendo en defensa del pueblo dominicano.

    En efecto, el feroz ataque yanqui-wessinista logró restarle unas pocas cuadras a la zona que enarbolaba con orgullo la bandera dominicana. Pero la resistencia fue tan decidida que, al día siguiente, el 16 de junio, las tropas atacantes suspendieron su avance al comprobar que no podían tener éxito sin demoler completamente la ciudad y sufrir gran número de bajas de entre sus propios hombres.

    En un artículo publicado en Diario Libre, de fecha 15 de junio de 2015, titulado COMBATIENTES RECUERDAN LA BATALLA DEL 15 Y 16 DE JUNIO DE 1965, el periodista Carlos Reyes explica la situación así: 

    “-La batalla que comenzó alrededor de las 9: 00 de la mañana del día 15 de junio de 1965 no suponía un gran reto para las tropas invasoras de Estados Unidos que según el general Bruce Palmer, cinco horas bastaban para reducir a polvo las milicias rebeldes que defendían la soberanía nacional.

Sin embargo "a más de 24 horas seguía el fuego igualito", cuenta el excombatiente Herminio Sosa, miembro del comando POASI.

"A nosotros nos tocó, con la gente del pueblo, pelear con los yanquis pulgada por pulgada, a piedras, a puñaladas, a tiros cuando se podía y así mantuvimos nosotros esa resistencia", relata Sosa, durante un acto en las Ruinas de San Francisco para conmemorar el 50 aniversario de la gesta junto a decenas de combatientes de la insurrección cívico militar de abril de 1965.

   El ataque de las tropas interventoras fue agresivo, mortal y "abusivo", según cuentan algunos de los sobrevivientes. Aunque para Sosa, los yanquis se llevaron la sorpresa ya que no esperaban tanta resistencia por parte de los constitucionalistas y el pueblo dominicano. "Todo el mundo colaboró. Fue una noche en la que amanecimos en las calles. Descansábamos un rato y volvíamos a la avenida Mella", agrega.

    "Cuando esa gente lanzaron esa ofensiva, eso era un infierno", destacó el combatiente Sosa, refiriéndose a los comandos Poasi, San Antón, Santa Bárbara, B-3, San Carlos, 30 de Marzo, San Miguel y Escuela Argentina, que en conjunto mantuvieron el llamado "cordón de seguridad", ubicado desde el margen oriental del río Ozama hasta la calle 30 de Marzo, lo cual impidió la entrada de las tropas norteamericanas hasta esta parte de la ciudad de Santo Domingo.


"Los yanquis estaban en las azoteas", proseguía Sosa.

    Los diferentes comandos, estaban divididos, a su vez, en distintas cuadras que se encargaban de custodiar las calles de la Zona Colonial, donde estaba establecido el Gobierno Constitucionalista a cargo del coronel Francisco Alberto Caamaño.


"Fuimos los de la mala suerte", comenta que pensaron algunos de sus compañeros dada la embestida que en un momento hicieron las fuerzas estadounidenses con su gran poderío militar. Más agradece, de alguna forma, que el ataque de las tropas enemigas convirtiera en amigos y protagonistas de aquella batalla.


"Sin ese ataque de los yanquis no hubiésemos sido compañeros de combate de personas como Caamaño, como el coronel Lora Fernández, Aquino Gil, como Cayetano Rodríguez del Prado, como Pichirilo, como Otto Morales... o sea que dentro de las dificultades de ese día maldito, nosotros salimos privilegiados", dice enorgullecido Sosa.

    Recuerda que tuvieron que cavar zanjas de tres metros de profundidad para que los residentes de Villa Francisca y Borojol pudieran transitar a través de ellas sin ser alcanzados por las balas.

De acuerdo con las estimaciones del coronel Caamaño, durante las 20 horas de combate los norteamericanos realizaron unos 1,865 disparos de grueso calibre, lo que ofrece una idea de la magnitud del conflicto que resultó una victoria para los patriotas dominicanos que contuvieron la ofensiva del invasor”.

    Hasta aquí la información del periodista Carlos Reyes en Diario Libre.

    Los jefes del MPD, aunque mantuvimos nuestro Cuartel General en el Comando Argentina, nos mantuvimos coordinando las acciones y ayudando a todos los comandos cercanos entre ellos el San Antón, el de POASI, el Santa Bárbara, el B-3, varios de San Carlos y de San Miguel.

    Nosotros sufrimos, en el Comando de la Escuela Argentina, un importante ataque de ametralladoras pesadas y morteros sobre nuestra avanzada norte, situada en el viejo mercadito de San Antón, y un fuerte ataque con morteros sobre el edificio donde nos alojábamos. Uno de los impactos reventó el techo de hormigón armado del segundo nivel, estremeciendo toda la edificación y salpicándonos de escombros. Otros cinco obuses de mortero estremecieron la edificación que nos servía de cuartel golpeando los techos debajo de los cuales nos encontrábamos nosotros. Poco después otro mortero yanqui estalló en el exterior del edificio, en la cancha de voleibol de la Escuela Argentina, a muy pocos metros de donde nos encontrábamos, esparciendo una mortífera lluvia de fragmentos y de escombros que martillaron contra los muros que nos protegían y dejaron en muy mal estado las ventanas de nuestro improvisado cuartel. Otro explotó muy cerca de la puerta principal del edificio y destruyó una camioneta estacionada en la calle. Otro más erró el blanco y destruyó una vivienda de la calle Hostos, situada a unos 50 metros al sur de nuestro comando, matando a una señora que resultó ser la madre de una compañera de estudios de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura de la UASD.

    Un buen número de obuses golpeó durante los días 15 y 16 de junio, las casas circundantes a nuestro Comando Argentina, causando dolorosos daños colaterales en vidas y propiedades.

    Mientras, la ofensiva yanqui en la Zona de San Antón, Santa Bárbara y sectores aledaños fue detenida frente a la línea definida por la avanzada norte del Comando Argentina, por el comando dirigido por Ramón Pichirilo en la Avenida Mella esquina Juana Saltitopa, y por el comando dirigido por Eliseo Andújar (alias Barahona), Gabriel Castillo (Gaby), Federico Orsini (Fico) y otros jefes populares. Un poco más hacia el Este, en la Iglesia de Santa Bárbara, el padre Crispín, un cura español, emplazó una ametralladora calibre 30 en la azotea del templo y contribuyó con valentía a repeler la acometida de las fuerzas invasoras.

   El deseo del Pueblo dominicano se ser completamente libre e independiente de cualquier dominación extranjera continuaba manifestándose con fuerza y heroísmo.

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